Primera mitad del Siglo XX. El neoclasicismo, el atonalismo y la 2ª Escuela de Viena

1. Introducción

1.1. Contexto histórico-artístico

A comienzos del siglo XX la sociedad vivió cambios políticos, sociales y científicos revolucionarios. El desarrollo industrial y tecnológico transformó la vida cotidiana, mientras nuevas ideas cuestionaban lo establecido. En 1900 Sigmund Freud publicó La interpretación de los sueños, poniendo las bases del psicoanálisis. Ese mismo periodo, en la física Albert Einstein revolucionó la ciencia con su teoría de la relatividad (publicada en 1905). Estos avances reflejaron un espíritu de innovación que alteró concepciones tradicionales.

En el plano político, entre los años 1890 y 1930 hubo un clima de gran convulsión. La Primera Guerra Mundial (1914-1918) desestabilizó Europa y puso fin a varios imperios centenarios. Poco después, en 1917, la Revolución Rusa derrocó al zar y llevó al poder al partido bolchevique, creando la Unión Soviética.

El período de entreguerras (1918-1939) fue inestable: se sucedieron crisis económicas como el crack de 1929, y cambios políticos que prepararon el terreno para la Segunda Guerra Mundial.

En la sociedad crecieron los movimientos por los derechos civiles y la igualdad (por ejemplo, el sufragio femenino) y florecieron nuevas corrientes culturales que cuestionaban las viejas normas.

1.2.      Contexto artístico

En las artes se vivió una auténtica vanguardia que rompió con las formas tradicionales. En música, el paso del Romanticismo tardío al expresionismo marcó el cambio de tono: a finales del siglo XIX se escuchaban obras emocionales y amplias (Mahler, Strauss), pero pronto surgió un estilo más subjetivo.

El expresionismo musical evitaba las “formas tradicionales de belleza” para transmitir sensaciones intensas. Según Adorno, buscaba eliminar convenciones armónicas y rítmicas para centrarse en el inconsciente y el “grito” interior. Estas obras expresionistas presentan muchas disonancias, contrastes bruscos de intensidad y melodías angulosas, reflejando el clima de angustia y búsqueda interna de la época.

Arnold Schoenberg (1874-1951) fue clave en esta evolución. Su primera obra Verklärte Nacht (1899) aún mantenía un pensamiento romántico, pero alrededor de 1908 comenzó a romper con la tonalidad tradicional, experimentando con la atonalidad. En 1909 compuso las Cinco piezas para orquesta y en 1912 Pierrot Lunaire, obras innovadoras sin centro tonal definido. Schoenberg desarrolló entonces la técnica del dodecafonismo (música de doce tonos). Esta técnica, que evitaba la repetición jerárquica de notas y eliminaba la «tónica», marcó un punto de inflexión en la música moderna.

Las ideas de Schoenberg influyeron en sus discípulos Alban Berg y Anton Webern. Juntos formaron la Segunda Escuela de Viena, uno de los principales focos vanguardistas musicales de la época. Schoenberg enseñó en Viena y más tarde en Berlín, y al instaurar el dodecafonismo en 1923 lo introdujo a sus alumnos, que adoptaron la técnica cada uno a su manera.

Su ruptura con la tonalidad sentó las bases del serialismo que dominaría la música de vanguardia posterior. Paralelamente, en otras artes se apreciaron procesos similares. En pintura surgieron movimientos como el cubismo (Picasso, Braque) y el expresionismo (Kandinsky, Munch), que rompieron con la representación realista y exploraron la abstracción y las emociones internas.

En literatura, autores como James Joyce (con Ulises, 1922) o Franz Kafka (Metamorfosis) innovaron las técnicas narrativas y se adentraron en la psicología y lo subjetivo.


Edificio Bauhaus en Dessau / Walter Gropius


Un fenómeno fundamental en este contexto fue la creación de la Bauhaus, fundada por Walter Gropius en 1919 en Weimar. Esta escuela de arte y diseño rompió con la enseñanza académica tradicional y promovió una síntesis entre las artes visuales, la arquitectura y la artesanía. En ella participaron figuras clave como Paul Klee, Kandinsky y Oskar Schlemmer.