El Patrimonio Inmaterial en Andalucía. El Flamenco y la Música Procesional
3. La Música Procesional
La música procesional, entendida como música para acompañar el movimiento ritual, tiene sus raíces en las prácticas litúrgicas de la Iglesia. Durante los siglos XV y XVI, las capillas musicales y ministriles –conjuntos de instrumentistas de viento y a veces voces– eran responsables de interpretar música sacra tanto en el interior de las iglesias como en las procesiones exteriores. Estas agrupaciones interpretaban:
- Salmos, motetes, e incluso adaptaciones de himnos.
- Saetas polifónicas o a solo, según la tradición local.
Aunque no se trataba aún de "marchas" en sentido moderno, estos repertorios introducían ya el concepto de acompañamiento musical al movimiento ritual, especialmente en festividades como el Corpus Christi o el Viernes Santo.
Un dato revelador aparece en las Reglas de la Hermandad de la Vera Cruz de Sevilla de 1538, donde se menciona que “cuatro trompetas de dolor marchaban tras las andas del Crucificado”. Estas trompetas dolorosas, junto con tambores destemplados, fueron los primeros elementos musicales vinculados al cortejo fúnebre, configurando el carácter lúgubre que más tarde se asociará a la marcha fúnebre y cofrade.
Con la expansión de las bandas militares durante el siglo XIX y su participación en actos civiles y religiosos, se afianza el uso de la marcha lenta en los desfiles procesionales. Aquí se produce una verdadera convergencia de géneros:
- Las marchas militares lentas se adaptan al contexto litúrgico.
- Se emplean también marchas fúnebres extraídas de la ópera, especialmente de Verdi, Donizetti o Bellini, reorquestadas para banda.
Uno de los primeros casos documentados de marcha fúnebre concebida expresamente para una procesión de Semana Santa es la de José Gabaldá, músico militar, cuyas marchas fúnebres comenzaron a publicarse en 1863. Su marcha El Nanto, editada en 1867, fue interpretada durante procesiones de Semana Santa, lo que muestra cómo el repertorio funerario se adaptó al ceremonial religioso popular.
En 1874 se publica en Madrid la “Marcha Fúnebre” del cordobés Rafael Cebreros, con una dedicatoria explícita: “escrita expresamente para la Semana Santa de Sevilla”. Esta pieza, interpretada por bandas militares, marca un punto de inflexión al incorporar carácter litúrgico, función procesional y forma musical lenta, lo que podemos identificar como una marcha procesional en sentido estricto.